ASESINATO DE UN PERIODISTA EN LA ARAUCANÍA

 

por Enrique Fernández (radio Arcoiris)

Cinco balazos terminaron con la vida del periodista Francisco de Paula Frías, defensor de la causa mapuche y editor del semanario “La Voz Libre” de Temuco. Dos de sus amigos también fueron asesinados, cuando una patrulla de militares y terratenientes los alcanzó a la medianoche, cerca del río Imperial.
Sucedió en la Araucanía, hace 133 años.



El crimen, que llevó a la cárcel a un gobernador provincial y algunos de sus colaboradores, sigue vigente hoy entre la violencia del “Wallmapu”, las reivindicaciones mapuches y la incapacidad política de los “huincas” para atender esa causa histórica. Su vigencia es aún mayor en la novela “Vientos de Silencio”, del periodista y escritor Juan Jorge Faundes.
Después de dos años de investigación, Faundes construye una historia basada en hechos reales y apoyada en sus conocimientos de la cultura mapuche. Y lo hace, como García Márquez, utilizando las técnicas del periodismo y la literatura. Es un relato dramático, con bellos pasajes líricos y toques de suave erotismo, enmarcados en la cosmovisión ancestral del hombre y la mujer indígena. Publicada inicialmente en 1999, “Vientos del Silencio” espera ahora una nueva edición luego de agotarse en las librerías.
¿Quién era Francisco de Paula Frías? Fue un periodista y abogado avecindado en Linares, que a los 39 años, en 1886, se radica en Temuco junto a su esposa Rosario y sus seis hijos. Dos años después funda “La Voz Libre”, un semanario que cada sábado denuncia los abusos del intendente, el gobernador, el jefe de la policía rural, el juez de letras y otras autoridades provinciales.
Lo secundaron en esta tarea sus jóvenes amigos alemanes Nergal Hoffmann y Enrique Graf, además de Ricardo Galindo y Magdalena Garrido (Chiñurra), defensora de indígenas y viuda del cacique Lonkonawel.
Una de las denuncias de “La Voz Libre” fue la usurpación del fundo Pancul, perteneciente desde tiempos ancestrales a los caciques Calfupán y Coñoñir. El usurpador era el gobernador Máximo de la Maza, contra quien Frías entabló un juicio y logró recuperar las mil hectáreas de tierras para los mapuches, junto con revelar el robo en el semanario.
Y fue allí, entre los bosques de Pancul, donde Frías y sus amigos se vieron rodeados por la patrulla que encabezaba el gobernador interino, Manuel Rioseco. Era una noche de luna llena aquel 7 de octubre de 1889, cuando Frías se convirtió en el primer mártir del periodismo chileno, según lo define Faundes. Tenía 41 años y se acercó al gobernador para entregarse.
“En ese mismo instante el bandido Darío Fernández se aproximó a nuestro editor, se hizo como que le iba a hablar en secreto, iba sonriendo, y zas le dispara su revólver detrás de la oreja al lado derecho. Frías, sin exhalar ni un ay, cayó desplomado a los pies del caballo que montaba el gobernador Rioseco”, informó más tarde “La Voz Libre”.
La versión agregó que el cuerpo del periodista recibió otros cuatro disparos, uno de ellos en el corazón. Su compañero Hoffmann se entregó a los atacantes, Enrique Graf y un campesino huyeron entre el bosque, pero fueron alcanzados por las balas de las carabinas y lanzados al río Imperial. Días después sus cuerpos fueron rescatados.
La violencia que hoy vive la Araucanía, con periódicos incendios, emboscadas y asesinatos, es reflejo de acontecimientos cono éste, provocados por el invasor. Por eso, uno de los personajes de la novela reflexiona: “Siempre el mal vino del norte: Primero la invasión inca, después la española, ahora la chilena. Siempre los invasores llegan desde el norte”.
Fueron los huincas quienes utilizaron la brutalidad para dominar a los invadidos. Fue doña Inés de Suárez quien ordenó cortar las cabezas a siete indios prisioneros, cuando el toqui Michimalonco y sus hombres atacaron Santiago, el 11 de septiembre de 1541. Y cuenta la leyenda que la propia Inés lanzó esas cabezas a los atacantes, que ante tanta barbarie se retiraron de la batalla.

Una elocuente escena de la novela de Faundes, muestra, como si fuera una cámara cinematográfica, la masacre de una comunidad mapuche en estos términos: “El río es un manantial de sangre. Deambula entre aquellas casas calcinadas y aquellos cadáveres de indias ensartadas en las picas. Son decenas, todas mujeres y de diferentes edades: jóvenes, maduras, ancianas, niñas. Está en medio de un bosque humano torturado hasta la muerte”. 
Juan Jorge Faundes, que entre otras actividades fue director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Santiago y corresponsal en Chile de la agencia española de noticias Efe, observa con preocupación lo que ocurre hoy en la Araucanía. Recuerda el Convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), cuando señala que los países deben reconocer el derecho de sus pueblos ancestrales a “la propiedad y posesión sobre las tierras que tradicionalmente ocupan”.
 
“Ello da un sustento jurídico nacional e internacional a las demandas territoriales y culturales mapuche. Y es en esa línea que se están incorporando a la nueva Constitución”, afirma el escritor. La dificultad para alcanzar un acuerdo pacificador está en que amplias superficies de esas tierras fueron ocupadas por empresas forestales y agricultores utilizando la violencia, el engaño o decretos leyes de la dictadura de Pinochet, indica Faundes.
 
“También la dificultad tiene que ver con las organizaciones más radicales mapuche y con grupos de autodefensa de forestales y agricultores chilenos, que impiden por ahora llegar a soluciones a través de negociaciones y un diálogo político”, agrega el autor de “Vientos de Silencio”.

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